Por: Alberto Arévalo
Me quiero referir en esta ocasión a un texto cuyo análisis resulta indispensable para entender el entorno internacional actual. Me refiero a «Emerging Economies, Emerging Horizons» de Jan Nederveen Pieterse quien pone de manifiesto un fenómeno económico global que se ha profundizado en este siglo que es el impulso de las economías emergentes en Asia y América Latina y su impacto en el panorama económico y político global. Destacan China, India, Brasil y Corea del Sur y según el autor este momento representa un cambio importante en el equilibrio del poder económico mundial.
El rápido crecimiento económico de las economías emergentes se debe en gran parte a la globalización y la liberalización económica. Sin embargo, este crecimiento también plantea desafíos importantes para el sistema económico y político global, especialmente en términos de equidad y sostenibilidad.
Las economías emergentes, pese a su dinamismo, enfrentan muchos desafíos internos, incluyendo la pobreza, la desigualdad y la falta de infraestructura y recursos humanos. No obstante, éstas tienen la oportunidad de tomar medidas audaces para abordar estos retos y avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible y equitativo.
Resulta destacable el ejemplo de China que plantea Pieterse, pues al momento de escribir el texto planteaba: “China superó el PIB de Japón en 2015 y superará el de Estados Unidos en 2025. En 2005, China superó a la Unión Americana como el mayor socio comercial de Japón y a Canadá como el mayor socio comercial de Estados Unidos. Si estas tendencias continúan, China pronto se convertirá en el mayor socio comercial de prácticamente todas las naciones”.
Hasta antes de la pandemia y de la guerra Rusia-Ucrania ese era la perspectiva y el panorama. Si bien las tendencias no se han modificado radicalmente es necesario hacer un alto en el camino y señalar que las distorsiones y rupturas de las cadenas de suministros, el repunte de la inflación y el efecto del conflicto bélico han obstaculizado la recuperación de la economía mundial.
En los dos últimos años, los acontecimientos en diversos planos con repercusiones sobre la actividad económica global se han sucedido a gran velocidad. Las restricciones a los movimientos de personas y el contacto social, introducidas para contener la pandemia, dieron lugar, desde 2020, a una profunda caída de la actividad.
El levantamiento gradual de esas medidas permitió que se iniciara una recuperación progresiva, que, no obstante, se vio obstaculizada por un conjunto de factores que incluyen el encarecimiento de numerosas materias primas, principalmente energéticas, y la aparición de cuellos de botella en las cadenas de suministros globales, lo que ha alentado un repunte sostenido e intenso de las presiones en la inflación mundial.
Más aún, la agresión de Rusia a Ucrania, en febrero de 2022, redujo de forma severa las perspectivas de evolución de la actividad económica y ha agravado las tensiones sobre los precios, en un entorno caracterizado por niveles de incertidumbre inusualmente elevados.
Estos factores sin duda han generado un impacto negativo mundial y particularmente a las economías emergentes.
Si bien Pieterse resalta la importancia de las economías emergentes como productoras de bienes y servicios de alta calidad, hay un aspecto que deja de lado y es el de las condiciones laborales de los trabajadores en estas economías. En muchos casos, las economías emergentes se basan en la explotación de la mano de obra barata y la falta de protección laboral, lo que trae consecuencias graves para la salud y la seguridad de los trabajadores. Un productivista puro diría que es el precio que deben pagar estos países para crecer y llegar a las grandes ligas de la economía mundial; pero también habrá una corriente de pensamiento que señale con dedo flamígero que hay un enriquecimiento de las élites y agravamiento de la desigualdad social.
Siempre será necesaria en equilibrio en el análisis y para tener una comprensión más completa de las implicaciones de las economías emergentes, se deben considerar no solo su impacto económico, sino también su peso social, la sostenibilidad ambiental y la estabilidad política.