La historia de México no solo se escribe, también se olfatea, precisa un grupo de especialistas del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, quienes “reconstruyen” olores para estudiar y analizar el pasado mexicano a partir de la época prehispánica.
Elodie Dupey García, del área de Historia de los Pueblos Indígenas del IIH, dijo que la investigación que lidera junto con Guadalupe Pinzón Ríos busca conocer otros aspectos de la memoria de nuestro país, desde los tiempos antiguos hasta el siglo XX, a través del sentido del olfato.
“La experiencia olfativa no solo es un fenómeno fisiológico, sino que es parte de un contexto sociocultural. Se busca en general establecer cuáles son los valores otorgados a esos estímulos dentro de las sociedades humanas, a través del tiempo”, explicó.
En ese sentido, continuó, el proyecto considera que los olores son objeto de estudio para las ciencias o un fenómeno fisiológico, así como para las humanidades y las ciencias sociales.
“El percibir un olor no es solo una experiencia individual es cultural y compartida porque en una sociedad se asocian ciertos valores, por ejemplo sobre el olor a limpio, lo que significa el aroma a una tortilla caliente, o a pan fresco”, mencionó.
Los olores no tienen ningún sentido universal y definitivo, se resignifican constantemente y cada sociedad les otorgará valores culturales específicos, resaltó.
¿Cómo “olfatear” la historia?
La también profesora del Seminario de Investigación en Cultura Náhuatl, del posgrado en Estudios Mesoamericanos de la UNAM, expuso que hay elementos que permiten a los investigadores reconstruir los paisajes olfativos y sensibles en general.
“Se hace a través de la gran cantidad de fuentes históricas con las que se cuentan, desde las herramientas lingüísticas hasta los materiales arqueológicos”.
Por ejemplo, si cambiamos de temporalidad los olores se pueden reconstruir a través de la publicidad, como a mediados del siglo XX con los olores del cuerpo o incluso en el siglo XIX con las políticas de desecación del Valle de México que iniciaron en el periodo Colonial.
Todo esto es más importante de lo que se piensa, continuó, porque vivimos ahora en sociedades que están dominadas por un paradigma visualista.
“Es decir, otros sentidos que pueden ser no solo el olfato, sino incluso el tacto y el gusto parecen mucho menos importantes, se hace creer incluso que podríamos vivir sin esas experiencias, lo cual no es cierto”.
La integrante de la Société des Américanistes de Paris, Francia, mencionó que las élites intelectuales europeas desde Freud y Darwin, contribuyeron a la idea del paradigma visualista, y a partir de los siglos XVIII y XIX conforme evolucionó el hombre hasta la civilización, predominó lo visual.
“Sobre todo porque la lectura es la gran herramienta para el aprendizaje, para el conocimiento, de ahí la importancia de la vista, por lo que el olfato ‘se quedó atrás’; sin embargo, eso se resquebrajó con lo que estamos sufriendo con la pandemia de la COVID-19, ahí nos volvimos a percatar de la importancia del olfato en nuestras vidas”, resaltó.
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Avances
Más allá de cualquier circunstancia, el olfato es un sentido fundamental para el ser humano en su vida diaria. El olor es un fenómeno universal e ineludible porque si respiramos, olemos, no podemos evitarlo, a diferencia de otras experiencias sensibles y sensoriales, por ello es tan complejo de describir, planteó Dupey García.
El olor y la fragancia eran sagradas desde la antigüedad. Uno de los olores que ha pervivido desde la época prehispánica en México es el del sahumerio de Copal, dijo la investigadora universitaria.
“Quemar resina de Copal se hacía en muchos contextos, casi todo el día o en rituales muy específicos. Los humos resultantes de esta combustión eran fundamentales, hoy en día es un incienso y ahí lo que vemos es la resignificación de los olores”, aclaró.
Por ejemplo, en comunidades mayas que habitaron la selva en el periodo clásico donde no se podía experimentar con los ojos por el tamaño de su densidad vegetal, el olfato se volvió un sentido importante porque para encontrar una comunidad se tenía que olfatear, ¡olfatear un pueblo!
En los siglos XIX y XX, continuó, nos damos cuenta que el olor estaba presente en los discursos en torno a la higiene, son referencias que buscan civilizar, “es lo que pretendieron las élites políticas e intelectuales de la época”.
“Un claro ejemplo era la implementación de la regadera, de las duchas individuales en las casas, eso se acompañó de todo un discurso sobre los olores corporales con campañas de publicidad a mediados del siglo XX; se hizo presente que sus alientos olían mal y que tenían que consumir pastas o enjuagues bucales”, abundó.
Fuente: UNAM