Afganistán vive un momento histórico a 20 años del 9/11, por ello, el próximo 11 de septiembre “es probable que veamos ondear la bandera talibana, lo cual representa un golpe a la reputación estadounidense, a su retórica liberalizadora y democratizadora, además será un reflejo de la transición hegemónica que ocurre a nivel internacional”, afirmó Moisés Garduño García, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
Se trata de un fracaso de la política exterior y de seguridad de Estados Unidos, desde Bush, Obama, Trump y hasta Biden. Lo es porque se prometió a la opinión pública internacional un Afganistán democrático, consolidado institucionalmente y con libertades para las mujeres, etcétera.
En términos de seguridad internacional, la invasión fue un fracaso y más allá del asesinato de Osama Bin Laden, no hubo ninguna mejoría en la calidad de vida de los afganos. Este golpe es una muestra más de la “deshegemonización” de nuestro vecino del norte en el sistema internacional y de la reemergencia de actores como China y Rusia en cada uno de los escenarios que dejan los estadounidenses, señaló.
“Este no es un juego de suma cero, no se trata de la sustitución de una potencia por otra, porque nadie tiene la capacidad para imponer un orden hegemónico por sí solo. Simplemente son reacomodos estratégicos que se dan debido a que hay un vacío de poder en estos momentos, el cual China tratará de llenar, más que con armas, con ayuda económica, para intentar que haya estabilidad en una zona que es de su interés y le preocupa”.
Consideró el experto en Política y Cultura de Oriente Medio, que Estados Unidos realineará estratégicamente sus tropas. “Pienso que todavía monitoreará la zona” y llevará soldados a países aliados, como Arabia Saudita, Israel o Emiratos Árabes Unidos, desde donde mantendrá un monitoreo de sus intereses en la región, en particular los relacionados con el petróleo y el flujo energético que también importa a aliados asiáticos, como Corea del Sur o Japón.
Garduño García recalcó que, a diferencia de hace 20 años, cuando inició la invasión estadounidense a Afganistán, después de los ataques terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York, los talibanes están mostrando hoy grandes capacidades negociadoras y están siendo pragmáticos.
Por ejemplo, ya hablaron con los chinos, a quienes visitaron para garantizar la estabilidad de la zona y la frontera. También tienen gran comunicación con Pakistán y han dado entrevistas en diferentes lenguas a diversos medios de comunicación internacionales, para mostrar un rostro que no se conocía.
De ese modo, estamos viendo un proceso de transición política que se presumía sería más turbulento de lo que está ocurriendo, “a pesar de las imágenes que vemos en las redes sociales, y de narrativas de algunos grupos interesados en hacer de esto un caldo de cultivo para una nueva guerra, más que en pensar en las posibilidades políticas que se pueden dar si el talibán logra entablar relaciones diplomáticas con países fronterizos importantes como China y Pakistán”.
Si bien aún hay grupos rigoristas y conservadores, insistió el especialista universitario, se dan señales de que hay aspiraciones hacia un cambio político en aquella nación.
Claman unidad internacional en torno a crisis en Afganistán
En estos momentos, todo puede pasar. El talibán cuenta con dos generaciones importantes: la antaña, que hoy toma las decisiones más importantes, está en las mesas de conversación, viaja a China o coordina el diálogo con el presidente afgano en el exilio, Ashraf Ghani, y la de jóvenes, que cultiva un sentimiento antiestadounidense mucho más radical y que implementa operaciones militares, “lo cual puede explicar el avance tan rápido para tomar en dos semanas lo que Estados Unidos pensó que se llevaría seis meses”. Ambas generaciones están haciendo un balance de poder perfecto.
Moisés Garduño mencionó que quienes quieren salir de Afganistán y abarrotan el aeropuerto de Kabul pueden ser gente que estuvo relacionada con la ocupación militar y temen represalias. Son personas con posibilidades de migrar, con documentación para llegar a los países de destino o en posibilidad de calificar al estatus de refugiado.
En Afganistán también hay polarización social y sentimiento antiestadounidense de modo que los talibanes no son un grupo que llega totalmente por la fuerza, sino como un actor político con base social importante, que ha canalizado los errores de EU y luego los del gobierno nacional que tutelaba la propia Unión Americana. “Así se explica que están llegando tan fácilmente a las ciudades, y ya han tomado 26 de las 34 provincias”.
Lo que ocurre en aquella nación debe dejar grandes lecciones, una de ellas, que las estrategias armamentistas que prometen democracia y estabilidad, en el largo plazo terminan siendo un fiasco. “Lo hemos visto en Irak, lo estamos viendo en Afganistán y tenemos otros escenarios abiertos, como Libia o Yemen”.
Hay que repensar las estrategias de ayuda para el desarrollo y no caer en estrategias militares que prometen mucho y solo adineran a los fabricantes de armamento, mientras las poblaciones terminan en calidad de desplazados, refugiados o en el peor de los casos pierden la vida y se compromete el futuro de las nuevas generaciones. Es un tiempo histórico para repensar y ver cuál será el futuro en esta y otras naciones que están en condiciones similares.
Mientras, ocurre un proceso donde se están llevando al pie de la letra los acuerdos de los insurgentes y donde queda la duda con respecto al futuro de un Afganistán posestadounidense con gobierno talibán, y la implementación de la ley y las reformas que se puedan instrumentar en tiempos de transición, concluyó Moisés Garduño.