Las agricultoras a pequeña escala aprovechan la tecnología y la innovación como nuevas herramientas agrícolas. Los teléfonos inteligentes no solo permiten comercializar productos, si no que proporcionan a muchas mujeres la oportunidad de crear nuevos vínculos y asociaciones de mercado.
Enclavada en las extensas llanuras de Georgia, a los pies de las montañas nevadas del Cáucaso, la granja de Malika Machalikashvili, en Pankisi, era antes bastante tradicional. Ella y su familia compartían el trabajo diario de ocuparse del ganado y las aves de corral, cultivar hortalizas y mantener el huerto de avellanos, junto con algunos árboles frutales y arbustos con bayas. Solía llevar los productos al mercado local o, a veces, incluso al de la capital del país, Tiflis. Hoy, además de las nuevas incorporaciones a la granja, como un invernadero y un moderno sistema de riego, el cambio más novedoso es que ahora vende sus productos a través de un teléfono inteligente.
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Durante los últimos tres años, Malika ha asistido a cursos de capacitación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), financiados por la Unión Europea. Esta formación práctica, impartida en parcelas y granjas de demostración, enseña a los participantes los mejores hábitos en el sector. Estas plataformas también han demostrado ser muy útiles para enseñar a hombres y mujeres del medio rural sobre igualdad de género, violencia de género y empoderamiento económico de la mujer.
Además, en asociación con otras organizaciones, como el Fondo de Población de las Naciones Unidas, la FAO también ofrece a las comunidades capacitación que tiene en cuenta las cuestiones de género. Estas capacitaciones ayudan a las agricultoras a pequeña escala a sentirse empoderadas para defender sus derechos, hacer crecer sus negocios y aplicar iniciativas económicas exitosas.