La tradición griega de la ekecheiria, período en el que las guerras se suspendían temporalmente para que los atletas pudieran competir en los Juegos Olímpicos, comenzó en el siglo VIII antes de Cristo. En 1992, el Comité Olímpico Internacional rescató esa tradición y exhortó a todos los países a observar la tregua olímpica.
Por su parte, la Asamblea General también apoyó esa idea y, mediante su resolución 48/11 de 25 de octubre de 1993, instó a los Estados Miembros a que respetaran esa paz olímpica. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada en 2015 por los líderes mundiales, reafirma que el deporte es un importante facilitador del desarrollo sostenible.
A través de los valores educativos del deporte, el movimiento olímpico aspira a lograr un futuro de paz para toda la humanidad. Con ese motivo, congrega a atletas de todo el mundo en el principal acontecimiento deportivo internacional, los Juegos Olímpicos. Estos promueven la paz mundial, la amistad, la solidaridad y la justicia, principios que también defienden las Naciones Unidas.
Teniendo en cuenta estos objetivos comunes, en 1998 el Comité Olímpico Internacional decidió enarbolar la bandera de las Naciones Unidas en todos los lugares donde se celebraran competiciones de los Juegos Olímpicos. Por su parte, el sistema de las Naciones Unidas amplió su cooperación con el Comité Olímpico Internacional y la familia olímpica en general mediante de acuerdos y alianzas.