Ciudad de México. A cien años de su estreno, la icónica película El fantasma de la ópera (1925), protagonizada por Lon Chaney, mantiene su estatus como un hito del cine de terror y del séptimo arte en general. La cinta, dirigida inicialmente por Rupert Julian y basada en la novela homónima de Gastón Leroux, marcó una época con su estética gótica, su complejo proceso de producción y la legendaria caracterización del protagonista.
Chaney, conocido como El hombre de las mil caras, revolucionó el arte del maquillaje cinematográfico con su interpretación del desfigurado Erik, el fantasma que aterroriza la Ópera de París. Su rostro, moldeado con técnicas dolorosas y artesanales, continúa siendo una de las imágenes más perturbadoras y memorables del cine silente.
La novela original de Leroux, publicada en 1910, se inspiró en hechos reales y en obras como Trilby (1894), del francés George du Maurier. Carl Laemmle, presidente de Universal Studios, adquirió los derechos tras leer la obra en una visita a París, imaginando a Chaney en el papel principal desde el inicio.
Sin embargo, la producción del filme enfrentó múltiples complicaciones. El conflicto entre Julian y Chaney provocó varios cambios de dirección. Luego de preestrenos fallidos en Los Ángeles y San Francisco, fue necesario reescribir escenas y reestructurar el montaje. La versión definitiva, una combinación del trabajo de Julian y Edward Sedgwick, fue editada por Maurice Pivar y Lois Weber, y se estrenó el 6 de septiembre de 1925 en Nueva York, logrando un éxito de taquilla con una recaudación superior a los 2 millones de dólares.
En 1930 se lanzó una versión sonorizada que se perdió con el tiempo. Años más tarde, el filme fue restaurado con los tintes originales y las escenas filmadas en tecnicolor, como la del baile de máscaras. Su importancia fue reconocida en 1998 por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que la incluyó en el National Film Registry.
Lon Chaney, nacido en 1883 en Colorado Springs, fue un pionero del cine mudo y un actor multifacético. Hijo de padres sordos, desarrolló desde joven una habilidad notable para la pantomima. Participó en vodevil y teatro antes de dedicarse por completo al cine, donde destacó por interpretar personajes deformes y marginados, como Quasimodo y Erik, siempre desde una perspectiva de compasión y humanidad.
Chaney también dominaba el canto, el baile y la comedia. Su carrera se vio truncada por una neumonía agravada que derivó en cáncer de pulmón. Falleció en 1930, poco después del lanzamiento de una nueva versión de El trío fantástico.




