El estrés térmico, cuando el cuerpo no puede refrigerarse, puede desencadenar agotamiento o insolación y agravar afecciones como enfermedades cardiovasculares, respiratorias y renales, así como problemas de salud mental.
Las personas mayores, los lactantes, quienes trabajan al aire libre y los enfermos crónicos son especialmente vulnerables.
Los efectos adversos del calor sobre la salud pueden prevenirse con precauciones de sentido común, como permanecer en casa durante las horas más calurosas del día, si es posible, y mantenerse hidratado.
Los gobiernos también pueden ayudar estableciendo sistemas de alerta temprana y respuesta, estrategias para la población en general y los grupos vulnerables, y planes de comunicación eficaces.
“Al tiempo que nos adaptamos y respondemos a las olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos, debemos atajar y mitigar sus causas, si queremos proteger nuestra salud, nuestros ecosistemas y nuestras economías”, comentó el responsable de la agencia de la ONU.
Y añadió que “estas olas de calor e incendios forestales son otro recordatorio de la urgente necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger el planeta del que depende toda la vida”.




