Muy buenos días, presidente Andrés Manuel López Obrador; general secretario, Luis Cresencio Sandoval González; almirante secretario, José Rafael Ojeda Durán; general Ricardo Trevilla Trejo, próximo secretario de la Defensa Nacional; almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles, próximo secretario de Marina; comandantes de los mandos territoriales de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional; jóvenes estudiantes de los sistemas educativos militar y naval; integrantes de las unidades operativas del Ejército, Fuerza Aérea, Armada y Guardia Nacional.
Es un honor y un orgullo dirigirme ante ustedes, hombres y mujeres que han escogido como forma de vida la pertenencia a dos nobles instituciones que son pilares de la nación, la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina. Son mexicanas y mexicanos que han tomado la decisión de servir a su patria, a su pueblo, con honor, lealtad, patriotismo, honestidad y valentía.
La razón o el origen por el cual llegaron aquí será probablemente distinto, pero su misión es una, y es la que compartimos: el amor a la grandeza de nuestro hermoso país libre, independiente y soberano.
México, nuestra nación, es extraordinaria. Tenemos orígenes en civilizaciones que se remontan a más de tres mil años, que dieron al mundo el cultivo del maíz, el jitomate, el cacao, del chile, la calabaza, entre otros; que construyeron grandes pirámides y ciudades; se dedicaron a la astronomía y a las matemáticas, crearon formas de organización y desarrollo con valores profundos que nos arropan hasta ahora.
Somos también, probablemente, el único país en el mundo que ha vivido cuatro grandes transformaciones, profundas, que han moldeado nuestra historia hasta llegar a ser lo que somos:
La Independencia, hace poco más de 200 años, que nos liberó de la Corona española y que tuvo como padres de nuestra patria al cura Hidalgo y Morelos, que, además de iniciar la lucha por un país libre, aspiraban a abolir la esclavitud y tener una nación con igualdad y con justicia. Los acompañaron otros grandes héroes, como Allende, Guerrero, Guadalupe Victoria, y heroínas como Josefa Ortiz de Domínguez y Leona Vicario. La revolución de Independencia duró más de una década. Fue justamente hace 200 años, en 1824, que surgió la primera Constitución de la República y el primer presidente de México.
La segunda transformación inició poco más de 30 años más tarde, después de haber vivido la intervención estadounidense y haber perdido la mitad de nuestro territorio. La segunda transformación idealista, encabezada por Benito Juárez, un indígena zapoteco, significó la separación entre la Iglesia y el Estado, y una nueva Constitución, la de 1857, una guerra civil encabezada por el conservadurismo de entonces; sin embargo, no prosperó el abolir esa Constitución.
Sin embargo, después del triunfo llega la intervención francesa. Con valentía y sin titubeos, Juárez, los liberales y el pueblo de México lucharon hasta lograr la segunda independencia de nuestra patria. Hay participaciones de jóvenes de aquella época que trascendieron hasta nuestros días: los Niños Héroes, cadetes del Colegio Militar, que dieron su vida contra la intervención estadounidense; o como el general Zaragoza, que en la gloriosa Batalla de Puebla contra el ejército francés le dijo a los combatientes: ‘Tenemos enfrente al mejor ejército del mundo, pero nosotros somos los mejores hijos de México’.
La tercera transformación, la Revolución mexicana, inicia con el Plan de San Luis, cuando Francisco I. Madero llama a tomar las armas al pueblo de México para derrotar la dictadura de Porfirio Díaz, con el grito: ‘Sufragio efectivo, no reelección’.
Madero llega a la Presidencia después de meses de insurgencia, pero poco más tarde es derrocado y asesinado junto con el vicepresidente Pino Suárez por un golpe de Estado perpetrado por Victoriano Huerta, y con él quienes querían retornar a un régimen dictatorial y a favor de los que se habían beneficiado con el periodo porfirista.
De todos los gobernadores de aquel tiempo sólo hay uno que no aceptó ese golpe de Estado, el gobernador de Coahuila, estado natal de Madero, Venustiano Carranza. El 19 de febrero de 1913, el Congreso del estado de Coahuila publicó un célebre decreto en el que desconocía al usurpador Victoriano Huerta y facultaba a Venustiano Carranza para crear una fuerza armada y restablecer la democracia y el orden constitucional, ese es el origen de nuestras Fuerzas Armadas.
Dice el historiador Garciadiego que, desde el inicio, el Ejército estuvo integrado por campesinas y campesinos del sur, por vaqueros del norte del país, que eran hábiles en el uso de las armas y del caballo; por mineros, como los reprimidos en Cananea durante el porfiriato, pero ampliamente capacitados en el manejo de la dinamita; por ferrocarrileros, que conocían muy bien todo el territorio nacional; por arrieros, que era un oficio muy noble y muy popular en aquellos días; empleados públicos y pequeños comerciantes. Se sumaron indígenas del norte, del centro y del sur; obreros y artesanos, y generales valientes como Zapata, como Villa, como Múgica.
Siete años más tarde del inicio de la Revolución mexicana, el ejército de hombres y también mujeres valerosas triunfó. En el año 1917 fue promulgada la nueva Constitución, pero no fue hasta el periodo del general Lázaro Cárdenas del Río que se cumplieron muchas de las demandas de justicia social.
No podemos olvidar a los cadetes del Colegio Militar que acompañaron a Madero entre el Castillo de Chapultepec y el Palacio Nacional, defendiendo a su presidente y a la democracia, en el inicio de lo que se conoció como la Decena Trágica; o al gran general Felipe Ángeles, uno de los grandes humanistas, un general humanista, que dijo: ‘Hay algo frágil, débil, pero infinitamente precioso que todos debemos defender: la vida.
Lo relevante que quiero transmitirles es que las Fuerzas Armadas mexicanas vienen de una revolución social, vienen de la lucha por la democracia, de la defensa del pueblo por sus derechos, de la justicia social. Nuestro Ejército nació en contra de un golpe de Estado, es decir, las instituciones de las que ustedes forman parte, a diferencia de muchos otros ejércitos en el mundo, no viene de las élites, sino que tiene un origen popular y este se ha mantenido hasta la fecha.
Por eso, coincido cuando el presidente López Obrador dice: ‘La soldada, el soldado, las Fuerzas Armadas, son pueblo uniformado’. Y eso no sólo es un orgullo, sino que es una fortuna de nuestra nación.
La historia siguió su camino. Y de 1983 al 2018 se instauró en México el llamado modelo neoliberal, que significó la presencia de gobiernos al servicio de unos cuantos. Se empobreció a nuestro pueblo, aumentaron las desigualdades y también llegó la violencia.
Pero en el 2018, el pueblo, por la vía pacífica y electoral, dispuso iniciar una nueva transformación bajo el liderazgo del presidente Andrés Manuel López Obrador. Con él, llegaron nuevos derechos sociales, como la pensión universal al adulto mayor y obras públicas estratégicas para el desarrollo del país, como el Tren Maya o el Tren Interoceánico. En esta nueva etapa también se creó la Guardia Nacional para proteger al pueblo de México y construir paz y seguridad.
Este nuevo modelo, esta nueva era, ha tenido como base erradicar la corrupción y los privilegios, y ha dado resultados, pues ha disminuido la pobreza y las desigualdades, y además hay una ruta trazada para el desarrollo del país con prosperidad compartida y que se basa en un principio humanista: por el bien de todos, primero los pobres.
A esta era, a esta nueva transformación, le llamamos la Cuarta Transformación, y tiene una forma de pensamiento, el Humanismo Mexicano.
Junto a esta transformación pacífica y por la vía electoral han estado también la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina, las Fuerzas Armadas, con sus secretarios leales al poder civil y cooperando, caminando junto a su pueblo, de la mano del comandante supremo de las Fuerzas Armadas y apoyando en las nuevas tareas que se le han encomendado, como la construcción de obras y tecnologías para el desarrollo de la nación.
En el documental que recientemente fue estrenado en redes sociales, de Epigmenio Ibarra, sobre el Tren Maya, el general secretario Luis Cresencio Sandoval dice algo que quiero recuperar: ‘Estas obras —refiriéndose al Tren Maya— son oportunidades de servir a México de una manera diferente, acercan al Ejército a sus orígenes, a ser más humanos, a cumplir con la sociedad, a que la sociedad no vea a un soldado del aire o a un soldado de tierra con temor porque trae un arma en la mano, sino que vea a un soldado que le ayuda, que ayuda a salir de alguna necesidad’. Es una manera diferente de servir a nuestro país, en la que las Fuerzas Armadas se han preparado, también, durante mucho tiempo.
También vemos con orgullo a las y los soldados, a las y los marinos, a las y los elementos de la Guardia Nacional, salvando y protegiendo a la población en un sinnúmero de situaciones de desastre. El apoyo de las Fuerzas Armadas cuidando, protegiendo y vacunando durante la pandemia del COVID-19 lo lleva el pueblo de México en su corazón.
Este origen y este humanismo, como el del general Felipe Ángeles, le da a las Fuerzas Armadas mexicanas una tradición civilista, es decir, la obediencia de nuestras Fuerzas Armadas al mando civil, elegido o elegida por el pueblo y reconocido por las instituciones civiles.
Honrosamente, en nuestras Fuerzas Armadas siempre han obedecido al mando civil que establece la Constitución Política. Desgraciadamente, no siempre este mando civil actuó de manera correcta, pues en más de una ocasión violentó leyes y derechos humanos que debería haber respetado irrestrictamente.