Todo empezó por un tributo de un padre. Otilino Tenorio fue a un parque de diversiones con su hijo, Jordy. Entre montañas rusas y juegos de carnaval, al niño le llamó la atención una máscara de Spiderman. Se trataba de su superhéroe favorito. Porque trepaba de un lado a otro. Porque era valiente pero también sincero. Porque le gustaba cómo colgaba de un edificio a otro. Porque era divertido.
Su papá se la compró. Y ahí empezó la historia de Otilino Tenorio, el Spiderman del gol.
Tenorio era un delantero de enorme potencia con buena llegada al gol. Debutó en Emelec de Guayaquil, en donde consiguió ser máximo anotador de la Copa Merconorte 2001. En 2003, fue transferido a Al-Nasr, de Arabia Saudí, pero volvió rápidamente a su país, ahora en El Nacional, donde también se convirtió en ídolo en base a goles.
Cada vez que anotaba, Tenorio sacaba una máscara que escondía entre su propia camiseta o las medias y se la ponía en la cara. Casi siempre era de Spiderman. Otras veces era una típica de un ‘guerrero’ de lucha libre. Su celebración fue un sello del fútbol ecuatoriano.
En mayo de 2005, murió en un accidente de auto, poco después de haberle marcado a Emelec en la victoria por 5 a 2 de El Nacional, en la que anotó tres tantos. Esa jornada, dejó de lado la máscara, tomó un corazón de felpa y, al acercarse a las cámaras, gritó: «¡Cón amor!».
«Hoy, más que cualquier otro día, pienso en el hombre, no en el jugador de fútbol. Pienso en la sonrisa de Otilino, en su alegría, pienso en que siempre quería estar bien con todo el grupo, alegrarlos. Pienso en el don de gente de Otilino», dijo el director técnico de la Selección Ecuatoriana de Fútbol de ese entonces, Luis Fernando Suárez. El delantero formaba parte del plantel y ya había jugado trece partidos con la Tricolor.
Un poco más de un año después, en la Copa Mundial 2006, Ecuador le ganaba 2 a 0 a Costa Rica y aseguraba la clasificación a los octavos de final por primera vez en la historia luego de ganar su primer encuentro en el torneo, ante Polonia, por 2 a 0. Pero faltaba más.
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Cuando ya se habían cumplido los 90 minutos, Iván Kaviedes aprovechó un centro desde la derecha de Édison Méndez que recorrió toda el área y empujó abajo de la portería que protegía José Francisco Porras. Y, ahí el gesto que recorrió el mundo: como Otlino, Kaviedes sacó la máscara de su pantalón, se colocó parte del traje de Spiderman y corrió hacia la esquina para festejar. Tenía los colores de Ecuador: amarillo, azul y rojo. Todos sus compañeros corrieron para abrazarlo.
Kaviedes, también surgido en Emelec, explicó tras el encuentro: «Otilino nos acompaña desde el cielo, nos da energía. Era quien le daba alegría al grupo».
Ecuador perdería el siguiente partido ante Alemania y luego caería contra Inglaterra en los octavos de final. Nadie olvidó la campaña, pero mucho menos el festejo de gol de Kaviedes. El delantero que no olvidó a su excompañero, su verdadero superhéroe.
