Por: Dra. Sonia Gisella Aguirre Narváez (*)
El periodismo contemporáneo atraviesa uno de los momentos más complejos y decisivos de su historia reciente. Con guerras activas, procesos electorales polarizados, una ciudadanía fragmentada y el avance imparable de la inteligencia artificial, los medios enfrentan una doble presión: por un lado, la necesidad de seguir siendo relevantes, y por otro, la obligación de adaptarse a un entorno que cambia a una velocidad sin precedentes. A partir de la revisión de dos reportes clave del Reuters Institute publicados en 2024 —Digital News Report y Journalism, Media, and Technology Trends and Predictions— es posible esbozar una fotografía crítica del estado actual del periodismo, sus desafíos estructurales y las posibles vías de reinvención.
Durante los últimos años, las redacciones de noticias han enfrentado un panorama adverso: recortes de personal, cierres de medios y una constante lucha por sostener modelos de negocio en crisis. Los ingresos por publicidad han caído, el tráfico web desde redes sociales ha disminuido drásticamente y, como si fuera poco, buena parte del público ha comenzado a darle la espalda a las noticias. Según los datos más recientes, el 39% de las personas encuestadas declara evitar deliberadamente el consumo de noticias. El motivo no siempre es la apatía, sino más bien la sobrecarga informativa y el desgaste emocional que producen los contenidos que dominan la agenda: conflictos armados, violencia, crisis políticas, catástrofes. El resultado es una ciudadanía cada vez más saturada y desconectada del discurso periodístico tradicional.
En este contexto, las plataformas digitales han redefinido la forma en que accedemos a la información. Facebook y X, que alguna vez fueron las principales puertas de entrada al mundo noticioso, han perdido protagonismo, desplazadas por redes como TikTok, YouTube, Instagram o servicios de mensajería como WhatsApp. El cambio no es menor: estas nuevas plataformas priorizan formatos visuales breves, contenidos más ligeros y experiencias de consumo rápidas, lo que favorece a los influencers, creadores independientes o personalidades virales por encima de los medios profesionales. La información, ya no solo se produce en redacciones: se improvisa, se comparte, se altera o se interpreta libremente desde múltiples rincones del ecosistema digital. Esto plantea una nueva dinámica: las personas no necesariamente buscan informarse, sino sentirse informadas a través de fragmentos que caben en un scroll.
Este fenómeno trae consigo un riesgo evidente: la desinformación. Un 59% de los encuestados manifiesta preocupación por no poder distinguir entre noticias verdaderas y falsas en línea. Plataformas como TikTok y X aparecen entre las más señaladas por albergar contenido conspirativo o manipulado, lo cual se agrava durante elecciones o conflictos internacionales. Los algoritmos, al priorizar el contenido más atractivo y viral —no necesariamente el más veraz— amplifican la incertidumbre. A esto se suma una nueva amenaza: los motores de búsqueda basados en inteligencia artificial generativa, como los Search Generative Experiences, que podrían cambiar radicalmente cómo accedemos a noticias, disminuyendo aún más el tráfico hacia los medios tradicionales.
Pero, el periodismo profesional sigue teniendo un papel fundamental. En medio del ruido, las noticias falsas y las opiniones disfrazadas de información, el oficio de informar con rigor se vuelve más necesario que nunca. Verificar hechos, dar contexto, construir narrativas completas, contrastar fuentes y ofrecer datos que ayuden a la ciudadanía a tomar decisiones informadas, esa sigue siendo la esencia del periodismo. Pero para cumplir con ese objetivo, el periodismo necesita reencontrarse con su audiencia. Según los informes analizados del Reuters Institute, muchos medios están comenzando a integrar contenidos que no solo informen, sino que también eduquen, inspiren o propongan soluciones. Se busca, en pocas palabras, equilibrar el deber de cubrir la actualidad con la posibilidad de ofrecer una mirada más esperanzadora, menos abrumadora.
Aun así, uno de los desafíos más complejos es diferenciar entre periodismo y propaganda. El auge de figuras como Tucker Carlson o Ben Shapiro en YouTube, o de cuentas virales en TikTok que abordan temas políticos desde visiones ideológicas muy marcadas, ha contribuido a difuminar esa línea. Para muchos usuarios, no es fácil identificar cuándo están frente a un periodista o frente a un influencer que opina desde sus creencias personales. En este escenario, el periodismo necesita fortalecer su identidad a través de la ética, la claridad autoral y la transparencia editorial. Mostrar cómo se construyen las noticias, cuáles son las fuentes, por qué se eligió una narrativa y no otra, puede marcar la diferencia entre una audiencia pasiva y una informada.
A este esfuerzo se suma un aliado fundamental: el diseño de información. En tiempos de sobrecarga informativa, visualización caótica y flujos narrativos fragmentados, el papel de los diseñadores se vuelve esencial. No se trata solo de estética, sino de claridad. El diseño editorial, la visualización de datos, la organización tipográfica y la experiencia de usuario son hoy herramientas vitales para facilitar la comprensión, jerarquizar los mensajes y acercar las historias al público. Los diseñadores no embellecen el contenido, son los responsables de crear verdaderas estrategias de comunicación, que permiten que la información a divulgar tenga una estructura a la medida, le dan ritmo y sentido a cada publicación. Desde el diseño del concepto de un pódcast hasta la infografía periodística de un conflicto geopolítico, el trabajo del diseñador de información permite que el periodismo cumpla mejor su función social. En muchos sentidos, los diseñadores son coautores de las noticias y verdaderos periodistas visuales, comprometidos con la información y la persuasión al consumo de contenidos de calidad.
La tecnología, los hábitos de consumo, la desconfianza generalizada y los cambios en el poder comunicativo obligan a repensar las formas del periodismo, sus medios y sus fines. Pero también hay una oportunidad: recuperar el valor del periodismo como bien público. Hacerlo más cercano, más comprensible, pero, sobre todo, hacerlo más humano. Escuchar a la audiencia sin renunciar a los principios. Experimentar con nuevos formatos sin sacrificar el fondo. Informar con rigor sin perder la empatía. En un mundo que parece avanzar más rápido que nunca, el periodismo no debe, ni puede quedarse atrás y tampoco debe olvidar su misión.
Dra. Sonia Gisella Aguirre Narváez / Departamento de Diseño UDLAP
Profesora de Tiempo Completo en el departamento de Diseño de la Universidad de las Américas Puebla, Diseñadora Gráfica, Doctora en Dirección y Mercadotecnia, y Maestra en Procesos de Diseño. Especialista en producción editorial. Ha realizado investigaciones que atienden al desarrollo de estrategias editoriales que promueven la participación en proyectos con responsabilidad social. 24 años de experiencia docente en producción editorial y tipografía. Ha participado en proyectos de Diseño de Información, Marketing Político y en la gestión de proyectos editoriales.
Contacto: sonia.aguirre@udlap.mx