Por: Rocío Grande González
En la organización estudiantil, Aztecas Pom Pom de la UDLAP, cada detalle que nos acompaña refleja mucho más que objetos: son símbolos de esfuerzo, disciplina y pasión. Cada objeto que usamos representan mucho más que utilería.
Son testigos silenciosos de las horas de ensayo, de la disciplina diaria y de la pasión que nos mueve. Ser porrista a menudo se percibe como un rol secundario dentro del ámbito universitario, pero para nosotras es todo lo contrario: somos la voz y el movimiento del espíritu estudiantil. A través de la danza y la energía transmitimos el orgullo de ser parte de esta universidad.
Lo que el público ve en unos minutos sobre la cancha es el resultado de meses de preparación, esfuerzo y constancia. Detrás de cada sonrisa y cada rutina existe un compromiso enorme que se construye día tras día. Prepararnos con nuestras cosas no es un simple ritual previo; es el recordatorio de que cada detalle suma para que la presentación esté completa. Porque al final, lo que mostramos en escena es solo la punta de un iceberg de compromiso y trabajo en equipo.
Pero ser parte de esta organización estudiantil va más allá de los entrenamientos y las presentaciones. Aquí no solo se encuentra amistad, sino también una familia. Compartir al menos tres horas diarias, de lunes a viernes, entrenando, bailando y apoyándonos mutuamente, genera lazos profundos y un sentido de hermandad difícil de describir. Esa convivencia diaria crea confianza, fortaleza y unión, valores que se reflejan tanto dentro como fuera de la cancha.
En ese sentido, los pompones son mucho más que un accesorio: son la extensión de nuestra energía, la chispa que enciende a la multitud. El uniforme representa unión, identidad y orgullo; es lo que nos recuerda que, al salir a la cancha, no estamos solas, sino que somos un solo equipo latiendo al mismo ritmo. La maleta guarda no solo los objetos que necesitamos, sino también los sueños, el esfuerzo y la dedicación que cargamos día con día. Y el maquillaje, más que un detalle estético, es parte de un ritual de preparación que nos ayuda a concentrarnos, a sentirnos listas y a marcar el inicio de un momento importante.
Cada uno de estos elementos encierra un significado que va más allá de lo material. Porque al final, ser Pom es dejar el corazón en cada movimiento, sabiendo que lo que hacemos no solo anima al público, también nos transforma a nosotras mismas.
(*) Rocío Grande González es estudiante de Diseño de información visual y este es un trabajo académico es de su autoría sin fines de lucro.